Costa
Rica comprometida con la defensa de la vida
Discurso
de SS
Benedicto XVI al Señor Luis
París Chaverri, Embajador de Costa Rica ante la Santa
Sede
10
de febrero de 2007
Señor
Embajador:
1. Me es grato recibirlo
en esta audiencia en la que me presenta las Cartas Credenciales que lo acreditan
como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de Costa Rica ante
la Santa
Sede, y le agradezco sinceramente las amables palabras que me
ha dirigido en este solemne acto con el que inicia la misión que su Gobierno le
ha confiado. Le ruego que haga llegar mi deferente saludo al Señor Presidente de
la República, Dr. Óscar Arias, correspondiendo al que usted me ha transmitido, y
con el cual expresa la cercanía y el afecto del pueblo costarricense al Sucesor
de Pedro.
2. Costa Rica tiene una
fuerte impronta religiosa, que refleja la fe de su pueblo después de más de
cinco siglos del inicio de la evangelización. En este
sentido, la Iglesia católica, fiel a su misión de llevar el mensaje de salvación
a todas las gentes, y de acuerdo con su doctrina social, trata de favorecer el
desarrollo integral del ser humano y la defensa de su dignidad, ayudando a la
consolidación de los valores fundamentales para que la sociedad pueda gozar de
estabilidad y armonía, de acuerdo con su gran aspiración a vivir en paz,
libertad y democracia.
Las diversas comunidades
eclesiales, movidas por su deseo de mantener vivo el mensaje evangélico,
cooperan en campos tan importantes como la enseñanza, la asistencia a los más
desfavorecidos, los servicios sanitarios, así como la promoción de la persona en
su condición de ciudadano e hijo de Dios. Por ello, los Obispos de Costa Rica
miran con atención y preocupación las circunstancias sociales que vive el País,
como son el creciente nivel de pobreza, la inseguridad pública y la violencia
familiar, junto con una fuerte inmigración de países vecinos. Ante situaciones a
veces conflictivas y para defender el bien común, ofrecen su colaboración con
iniciativas que favorecen el entendimiento y la conciliación, y llevan a la
promoción de la justicia y la solidaridad, fomentando si es preciso el diálogo
nacional entre los responsables de la vida pública.
Por otra parte, y como Su
Excelencia ha puesto de relieve, dicho diálogo debe excluir toda forma de
violencia en sus diversas expresiones y ayudar a construir un futuro más humano
con la colaboración de todos. A este respecto, es oportuno recordar que las
mejoras sociales no se alcanzan aplicando sólo las medidas técnicas necesarias,
sino promoviendo también reformas que tengan presente una consideración ética de
la persona, de la familia y de la sociedad. Por ello, se han de
cultivar los valores morales como la honestidad, la austeridad y la
responsabilidad por el bien común. De este modo se podrá evitar el egoísmo
personal y colectivo, así como la corrupción en cualquier ámbito, que impiden
toda forma de progreso.
3. Es bien sabido que el
futuro de una Nación se ha de basar en la paz, fruto de la justicia (cf.
St 3,18), construyendo un tipo de sociedad que, empezando por los
responsables de la vida política, parlamentaria, administrativa y judicial,
favorezca la concordia, la armonía y el respeto de la persona, así como la
defensa de sus derechos fundamentales. En este sentido, son de alabar las
iniciativas que el Gobierno de Costa Rica ha llevado a cabo en el ámbito
internacional para promover en el mundo la paz y los derechos humanos, así como
la tradicional cercanía con las posiciones mantenidas por la Santa Sede en diversos
foros internacionales sobre cuestiones tan importantes como la defensa de la
vida humana y la promoción del matrimonio y la familia.
Todos los costarricenses,
con las cualidades que les distinguen, han de ser protagonistas y artífices del
progreso del país, cooperando a una estabilidad política que permita que todos
puedan participar en la vida pública. Cada uno, según su capacidad y
posibilidades personales, está llamado a dar su propia contribución al bien de
la Patria, basado en un orden social más justo y participativo. Para ello, las
enseñanzas morales de la Iglesia ofrecen unos valores y orientaciones que,
tomados en consideración especialmente por quienes trabajan al servicio de la
Nación, son de gran ayuda para afrontar de manera adecuada las necesidades y
aspiraciones de los ciudadanos.
El doloroso y vasto
problema de la pobreza, con graves consecuencias en el campo de la educación, de
la salud y de la vivienda, es un apremiante desafío para los gobernantes y
responsables de la administración pública de cara al futuro de la Nación. Se requiere una
toma de conciencia más profunda que permita afrontar firmemente la presente
situación en todas sus dimensiones, cooperando así a un verdadero empeño por el
bien de todos. Al igual que en otras partes, los pobres carecen de bienes
primarios y no encuentran los medios indispensables que permiten su promoción y
desarrollo integral. Esto afecta, sobre todo, a los inmigrados en busca de un
mejor nivel de vida. Ante ello, la Iglesia, a la luz de su doctrina social,
trata de impulsar y favorecer iniciativas encaminadas a superar situaciones de
marginación que afectan a tantos hermanos necesitados, pues la preocupación por
lo social forma también parte de su acción evangelizadora (cf. Sollicitudo rei
socialis,
41).
4. Señor Embajador, antes
de concluir este encuentro deseo expresarle mis mejores deseos para que la
misión que hoy inicia sea fecunda en frutos y éxitos. Le ruego, de nuevo, que se
haga intérprete de mis sentimientos y esperanzas ante el Señor Presidente de la
República y demás Autoridades de su País, a la vez que invoco la bendición de
Dios y la protección de su Patrona, Nuestra Señora de los Ángeles, sobre usted,
sobre su distinguida familia y colaboradores, y sobre todos los amadísimos hijos
e hijas de Costa Rica.
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